El más reciente libro (¿o ya sacó otro?) de esa pulcra industria de escribir que es MVLL, lo regresa a una temática que, a mi en particular, me había hecho otorgarle un sitial en lo más alto de mis preferencias: el tema urbano-autobiográfico. Abandona así –al menos momentáneamente-, la senda histórica que lo tenía encorsetado: el problema de hablar/pensar por Trujillo, o Flora Tristán, es que el escribiente no puede permitirse licencias excesivas en las reflexiones de los protagonistas, so pena de abusar de la falsificación.
¿Que nos deja la lectura de la niña mala?. Un Vargas Llosa típico, contando a su estilo miraflorino de los cincuenta, una maltrecha historia de amor entre personas extremas, en un resaltado contexto histórico.
Me queda en los labios, sin embargo, un sinsabor. El desarrollo de la historia me hizo pensar en la cercanía de un clímax. De una explosión de acontecimientos, que nunca sucedió. Es que los personajes de MVLL son medidos, controlados. Tampoco me convence mucho “oír en la voz” de MVLL este tipo de tramas. Pienso que para contar historias extremas, hay que usar un tono visceral, provocativo, deliberadamente áspero. La comunicación de MVLl es de tono mesurado, diríase que filtrado rigurosamente por una formación, acaso patriarcal (me refiero al abuelo, no al loco de su padre).
En suma, un libro entretenido, aunque muy distante de su memorable Conversación en la Catedral, por el cual debieron otorgarle el Nóbel. Si algún día en la Academia de Estocolmo dejan de hacerse los suecos, tendrán que premiar por su abundante -aunque irregular- producción literaria, a este escritor excepcionalmente inteligente. Auténtico profesional de las letras, con todo lo positivo y negativo del término.
Me queda en los labios, sin embargo, un sinsabor. El desarrollo de la historia me hizo pensar en la cercanía de un clímax. De una explosión de acontecimientos, que nunca sucedió. Es que los personajes de MVLL son medidos, controlados. Tampoco me convence mucho “oír en la voz” de MVLL este tipo de tramas. Pienso que para contar historias extremas, hay que usar un tono visceral, provocativo, deliberadamente áspero. La comunicación de MVLl es de tono mesurado, diríase que filtrado rigurosamente por una formación, acaso patriarcal (me refiero al abuelo, no al loco de su padre).
En suma, un libro entretenido, aunque muy distante de su memorable Conversación en la Catedral, por el cual debieron otorgarle el Nóbel. Si algún día en la Academia de Estocolmo dejan de hacerse los suecos, tendrán que premiar por su abundante -aunque irregular- producción literaria, a este escritor excepcionalmente inteligente. Auténtico profesional de las letras, con todo lo positivo y negativo del término.
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